Desfile 2006
El desconcierto La esperanza Ella misma La desolación
EL DESCONCIERTO:
Para aquellos que durmieron siesta el Viernes Santo, cuando despertaron podía parecerles que se encontraban en otro día. El cielo radiante y despejado de la mañana se fue tornando plomizo y amenazador a medida que avanzaba la tarde. Las primeras gotas sorprendieron a muchos en su camino hacia la iglesia de San Juan, mientras que otros advirtieron la presencia del agua ya en la plaza José Barroso, cuando aguardaban el momento que han esperado todo un año. La sensación fue la misma en todos los casos: la lluvia del cielo se reproducía en los corazones de todos los hermanos de la Cofradía de Nuestra Señora de las Angustias.
El Viernes Santo no fue en consonancia con el resto de la Semana Santa, climatológicamente hablando. Las peores predicciones se adelantaron varias horas y lo que nadie quería ni esperaba se produjo. La peor enemiga de la pasión cofrade, la lluvia, apareció de repente, para deslucir una noche que se vislumbraba grande, muy grande.
Tan fino era el llanto del cielo, que la esperanza no desaparecía en el seno de la Cofradía. Horquilleros y penitentes no perdían la ilusión de poder acompañar a Nuestra Señora de las Angustias en su peregrinar por el Jerusalén veleño, pero todo eran malos presagios. La frustrada salida de la Cofradía del Santísimo Cristo del Mar, y el retorno a su templo de Los Vigías y de María Santísima de la Caridad a su ‘tinglao’ en la plaza Evaristo Guerra, hacían aventurar lo peor.
Arremolinados en torno a su Virgen, los horquilleros hacían corrillos en los que había un único tema de conversación: “¿Saldremos o no a la calle?”. Era la pregunta más repetida, y pronto la insistente lluvia se encargó de dar una respuesta. Parecía que se iban a repetir los acontecimientos de la Semana Santa de 2004, cuando Nuestra Señora de las Angustias no pudo abandonar la iglesia de San Juan.
El jefe de trono ordenó a su horquillería esperar media hora más, mientras la Junta de Gobierno de la Cofradía adoptaba la decisión más difícil de los últimos 364 días. Para ese momento, los devotos de las Angustias ya sabían cuál sería su papel en esa noche de Viernes Santo. Había que dar a su Virgen el homenaje que sólo ella se merece, acompañarla en su dolor por la muerte del Hijo y enseñarle a Vélez-Málaga, dentro o fuera de la iglesia, la inmensa dulzura de su rostro.
LA ESPERANZA:
En torno a las 22:30 el cielo daba una tregua y los horquilleros conocían por boca del jefe de trono que podrían llevar a Nuestra Señora de las Angustias hasta la plaza de La Constitución. Se renovaban ánimos e ilusiones y aumentaban las ganas de hacerlo bien. Al toque de campana levantaban los hermanos a su Virgen y comenzaban a arrullarla con una mecida contra la que nada puede hacer la meteorología. Que sepa el cielo que en Viernes Santo puede llover, diluviar o incluso granizar, pero lo que nunca conseguirán las nubes es que la Señora de esa noche de luto cofrade se quede sin ser mecida, honrada y venerada por sus horquilleros.
Casi sin darse cuenta, la Virgen iniciaba su lento caminar hacia el altar mayor del templo de San Juan, muy cerca de su capilla. Después, el pregonero de la Semana Santa y hermano de la Cofradía, Humberto García del Corral, daba los toques de campaña y gritaba un emocionado “al cielo con ella”. Tras la primera saeta de la noche y una vez encarado el trono hacia el pueblo veleño, empezaba el acercamiento a la calle, con el acompañamiento del Santo Sepulcro y de la marcha fúnebre, interpretada por la Banda Municipal de Música.
Se abrían las portadas neoclásicas de San Juan y Vélez esperaba a las Angustias y ésta no faltó a su cita, como tampoco lo hicieron los caballeros legionarios. Un centenar de legionarios, pertenecientes al Tercio Gran Capitán, con sede en Melilla, formaban ante la Virgen.
La representación de la Legión, hermana mayor honoraria de la Cofradía, estuvo formada por dos escuadras de gastadores, piquete de honores, banda de cornetas y tambores, y el banderín.
El ‘Toque de Oración’ y ‘El Novio de la Muerte’ acompañaron la mecida de Nuestra Señora de las Angustias en el pórtico de San Juan, donde la Virgen y su trono, eminentemente veleño, configuran cada año una de las estampas imborrables de la Semana Mayor de la capital axárquica.
ELLA MISMA:
Tan guapa iba, que nadie quería perdérsela. Este año, la Virgen, magníficamente vestida por el imaginero Israel Cornejo, no lucía su tradicional saya negra, sino una color caldera, símbolo inequívoco de las cercanas elecciones a hermano mayor. El ambiente electoral se dejó ver también en el exorno floral del trono, un sencillo pero imponente calvario formado por claveles rojos. Junto a la inconfundible luz verde interior del trono, la sensación cromática que transmitía el conjunto dejaba una imagen preciosa al paso de Nuestra Señora de las Angustias.
Y claro, tanta belleza tiene un precio, y es que la también necesaria lluvia quiso apuntarse de nuevo al espectáculo que contemplaba Vélez-Málaga. Con la Virgen asomándose al cielo se descolgaban de nuevo las lágrimas de las nubes. Momentos de desconcierto y dudas, salida completa a la calle o entrada al resguardo del templo. Todo ello en apenas un minuto. Sin embargo, Vélez empujó y sacó definitivamente a la plaza de La Constitución a su Virgen del Viernes Santo.
En esa difícil situación, los horquilleros demostraron una vez más su condición y respeto a su Sagrada Titular. Ni un mal movimiento ni desplazamiento en falso. El mismo paso corto, lento y emocionante. No hay lluvia que pueda con eso. En esta ocasión, el ‘Consuelo Gitano’, no acompañó la salida desde San Juan, aunque todo el mundo tenía en su mente esa marcha ante la maniobra del trono.
De nuevo los sones marciales de los legionarios inundaron la abarrotada plaza, antes de que los horquilleros devolvieran tanta belleza a su templo y la alejaran de la peligrosa lluvia. El pueblo tributó un caluroso aplauso que no servía para ‘secar’ la desazón de los hermanos de la Cofradía.
LA DESOLACIÓN:
De nuevo en la iglesia se vivieron los momentos de mayor emoción. Las lágrimas afloraron y ante la mirada desconsolada de quienes observaban a su Virgen, hubo horquilleros que difícilmente pudieron contener el llanto. Quedaba lo más difícil, escuchar dos preciosas saetas y devolver a sitio a Nuestra Señora de las Angustias, dejarla sola con su Hijo muerto, sabiendo que no había podido ser paseada como ella merece por las calles de Vélez-Málaga. No quedaba otra. Resignación y saber estar. Cinco horas de desfile procesional condensadas en cuarenta minutos de sentimiento, impotencia en ocasiones, y devoción a Nuestra Señora de las Angustias.
Tampoco hay que buscar culpables ni hacerse preguntas que carecen de respuestas. Lo importante es saber estar a la altura ante cualquier circunstancia, y un año más, la Cofradía de las Angustias ofreció a su pueblo lo mejor que podía darle en esos momentos. Me quedo con dos cosas: en primer lugar, con el rostro de la Virgen más madre de Vélez, que no encuentra consuelo alguno mientras abraza el cuerpo de su Hijo muerto; y en segundo lugar, con unas palabras que no son mías, pero de las que hago partícipes a todos los hermanos de la Cofradía:
""Dulzura infinita tú, mi Virgen de las Angustias, luz y sueño de Vélez… sueño contigo hasta el año que viene"
Enrique Hidalgo Martín