Desfile 2005
El preámbulo La salida El peregrinar El encierro
EL PREÁMBULO:
Llevo dos años deseando escribir estas líneas, pero llegado el momento, son tantas las emociones y sensaciones que quiero transmitir que el lápiz se queda paralizado frente al papel. Dicen que lo más fácil es comenzar desde el principio, y eso es precisamente lo que voy a hacer.
Ocho y media de la tarde, plaza José Barroso junto al pórtico lateral de la iglesia de San Juan. Varias decenas de inquietos y ansiosos horquilleros formar corros en los que sólo hay un tema de conversación: el tiempo. “Si llueve es a partir de las seis de la madrugada, así que podemos estar tranquilos”, decía un joven que se preparaba para el desfile.
A diferencia del resto de la Semana Santa, el Viernes Santo amaneció claro, despejado y sin el menor atisbo de lluvia. Durante todo el día, un inmaculado cielo azul animó los corazones y el entusiasmo de todos los hermanos de la Cofradía de Nuestra Señora de las Angustias, deseosos de ofrecer a Vélez-Málaga lo que el pueblo llevaba esperando dos años.
En los minutos previos, ya en el interior del templo de San Juan, horquilleros, penitentes y demás personas que componen el desfile procesional empujaban con la mirada hacia el exterior de la iglesia al Cristo del Mar, una Cofradía, que como todas las del Viernes Santo, han compartido con las Angustias lo negativo de la meteorología en años anteriores, pero junto a las que configura la última noche grande de la Semana Mayor veleña.
LA SALIDA:
Se abre el neoclásico pórtico de San Juan y la tradicional bandera encabeza un cortejo que este año contaba con un elemento de excepción en su parte inicial. La que fuera anterior respaldo del sudario de Nuestra Señora de las Angustias y nueva cruz guía daba lustro a los enseres de la Cofradía, propietaria ya de un excelso y valiosísimo ajuar procesional, que este año se ha visto ampliado con dos faroles repujados a mano y realizados en plata de ley, de estilo barroco, con decoración a base de hojas de acanto y repartiéndose bajo cuatro capulines dorados cuatro apóstoles, todo ello coronado con la cúpula de S. Pedro del Vaticano, realizados en los talleres Maestrante de Sevilla.
En esta orfebrería, también se ha llevado a cabo la nueva joya del trono de la Señora, una imponente replica de la Cruz de los Espejos, originaria del siglo XVIII y que acompaña a la Virgen durante todo el año en su capilla de la iglesia de San Juan. La nueva cruz ha sido construida en plata de primera ley y bañada en oro de la misma calidad. Está adornada con espejitos biselados y decorada con una serie de pinturas marianas, obra de la pintora local Patricia Galán.
Tras la apertura del pórtico, y desde el altar Mayor de la iglesia, la Virgen iniciaba una andadura, un recorrido de más de cinco horas por las calles de Vélez-Málaga. El también tradicional “Consuelo Gitano”– este año interpretado, por fin desde la calle, por la Agrupación Musical Nuestro Padre Jesús Despojado de Jaén – sucedía a la Marcha Real y ahí ya fueron todos conscientes. Los horquilleros sabían que había llegado la hora y que había que mecerla como ella se merece y como sólo ellos saben hacerlo.
“Guapa, guapa, guapa”, gritaba un señor al paso de la Virgen. Cada voz de admiración, cada rostro embelesado con el imponente grupo escultórico, cada rezo, cada persona que se santigua al paso de la Virgen, no son sino pequeños elementos que van haciendo enorme la satisfacción y el orgullo de todos los que componen la Cofradía. En la plaza de la Constitución, que cada año se queda más pequeña, esperaban los caballeros legionarios del Tercio Duque de Alba, el segundo de la Legión Española con base en Ceuta. El cortejo estaba formado este año por una escuadra de gastadores, banda de cornetas y tambores, piquete de honores, guión y banderínes. Allí, bajo la atenta mirada de miles de veleños, los sones marciales se mezclaron con el inconfundible caminar de Nuestra Señora de las Angustias, cuya horquillería propicia año tras año una de las mejores, respetuosas e interesantes salidas de la Semana Santa.
Sonaron el “Toque de oración”, el “Novio de la muerte” y una colombiana; todo ello escuchado sin aspavientos y con honor por unos horquilleros que saben que la Legión acompaña a su Sagrada Titular desde hace más de cincuenta años.
EL PEREGRINAR:
La noche estuvo jalonada por grandiosos momentos que la Cofradía, apoyándose en los múltiples atractivos que completan su desfile, regaló en las abarrotadas calles de Vélez-Málaga. Había ganas de Viernes Santo, y eso quedó patente desde el principio. También los horquilleros lo notaron, y al toque de la que sin suda ha sido la mejor agrupación musical que este año ha pasado por Vélez-Málaga, se esmeraron en ser dignos de su Virgen, ésa que no encuentra consuelo por la muerte de su Hijo, pese al arrullo de unos hombres que le profesan profunda devoción.
Los horquilleros pasearon el dolor de su Sagrada Titular por la calle de la Cárcel, el camarín de la Piedad, la plaza San Juan de Dios, la calle Juan Bautista Hurtado (“Enmedio”), la calle de Las Tiendas, Félix Lomas (“Las Monjas”), … así hasta encarar el tramo final de su recorrido.
Dignos de mención son los dos pasos por sendas plazas, la de San Juan de Dios y Reyes Católicos, donde centenares de personas quedaron impresionados ante el lento y parsimonioso maniobrar del trono de las Angustias, acompañado del toque preciso y sereno de la banda. Siempre lo es, pero este año era más impresionante aún ver acercarse a la Virgen. La Cruz de los Espejos, reflejo de las miradas devotas, proyectaba todas las luces que se dirigían al trono, configurando una escena imborrable.
Había que cuadrarse ahora para el paso por la tribuna oficial. Pero llegados a este punto los horquilleros no hacen nada especial. Ellos saben que tiene que pasar por la poblada plaza de Las Carmelitas con la misma seriedad que durante el resto del desfile, y así lo hacen. Por eso se han ganado el respeto de todos los allí presentes, provocando más de una lágrima y miles, miles de aplausos.
EL ENCIERRO:
Llegaba la parte final del recorrido. Las ansias y la ilusión del principio se tornan en cansancio y dolor. Un dolor insignificante al lado del de la Virgen, pero que es el precio que hay que pagar por darle esa mecida tan especial y particular, ese acompañamiento con el que no se consigue mitigar su penar. ¡Bendita penitencia la de los horquilleros de las Angustias!
Pero hay que rehacerse, Vélez os está aguardando y lo hace desde hace dos años, en realidad tres, porque ese es el tiempo que el pueblo ha tenido que esperar para contemplar un encierro de los que gustan. Y pese al dolor de sus hombros y el peso del trono, los horquilleros no defraudaron.
Sencillo pero grandioso, tradicional pero nuevo, así resultó el encierro de Nuestra Señora de las Angustias. Hasta cinco marchas meció la horquillería entre los aplausos y la admiración de los veleños. “Qué bonito”, se escuchaba decir desde el interior de San Juan a los que contemplaban la laboriosa labor de los horquilleros, que tuvieron fuerzas para levantar a su Virgen, alzarla hasta los cielos de Vélez y despedirla de su pueblo hasta el año que viene.
“La Señora de Vélez”. De esta forma han calificado ya algunos periodistas locales a la Virgen de las Angustias en sus crónicas de esta Semana Mayor. Y no les falta razón, porque es la Señora de parte de la historia de Vélez-Málaga. Su paso lento, su manto procesional corto y su trono de carrete son vestigios de más de cincuenta años de Semana Santa en este municipio.
Ahora sí, ya todo fluyó por el lápiz y el papel, y puedo decir con gozo y devoción ¡Viva la Virgen de las Angustias!
Enrique Hidalgo Martín