Desfile 2012
UN VIERNES SANTO CON LA VIRGEN DE LAS ANGUSTIAS DESDE UN ESPACIO PRIVILEGIADO
Ha vuelto a ser una Semana Santa complicada en lo que a la meteorología se refiere. Las previsiones no eran halagüeñas y en los días previos, los modelos se empeñaban en dibujar el Viernes Santo como una de las jornadas más complicadas. El día amaneció como casi todos durante la Semana Mayor veleña: plomizo y amenazante. Entrada la tarde, cayeron algunos leves chaparrones que trajeron más incertidumbre que agua. Era pues, se presume, un momento complicado, pero mentiría si no estuviera del todo convencido de que si una imagen haría ese día su estación de penitencia, esa sería la de la Virgen de las Angustias, madre y señora del Viernes Santo.
En estas circunstancias, la Cofradía de Nuestra Señora de las Angustias adopta decisiones que algunos califican de valientes o arriesgadas, aunque en realidad habría que definir simplemente como correctas. La cofradía hace lo que tiene que hacer: permitir a su Virgen salir a la calle y pasearla entre la devoción de su pueblo.
Como ya ocurriera el pasado año, las hermandades decidieron retrasar su salida para evitar el peligro de los œltimos chaparrones que habían caído a media tarde. Las tres primeras del Viernes Santo repitieron su itinerario de la Semana Santa de 2011, recortando su paso por las calles Salvador Rueda, plaza de San Juan de Dios y calle Juan Bautista Hurtado. No iba a ser ese el caso de Nuestra Señora de las Angustias, que de nuevo, no quiso dejar huérfanas de Viernes Santo a estas calles, en una decisión en la que encontró el respaldo de la Cofradía del Santo Sepulcro, que también optó por el recorrido habitual.
Es en esos momentos donde se produce la comunión entre los horquilleros y su Virgen. Ellos saben ya que la lluvia no va a ser un obstáculo, porque así lo ha dispuesto la madre, que quiere mostrar por las calles de su pueblo la dulzura infinita de su rostro, mientras mira a su hijo muerto. Qué mejor mensaje en estos tiempos difíciles que el amor de una madre por su hijo.
Ya falta poco. El momento que hemos esperado todo el año está a punto de producirse. Como siempre, el joven imaginero y diseñador cofrade Israel Cornejo, con la ayuda de la hermana de la Cofradía Elena Hidalgo, había vestido a la Virgen con sus mejores galas. Nuestra Señora lució un tocado con lamé dorado a base de tablas en pico en el rostrillo y pecherín. Como cada año, la talla llevó el fajín de Generalato impuesto en 1971 por el general de la Legión Julio de la Torre Galán.
Sobre el fajín se colocaron la medalla de la Asociación de Comerciantes y Empresarios de Vélez-Málaga; y en el pecho, la medalla de la corporación municipal veleña donada por la edil Patricia Cid. El bastón de mando entregado en ofrenda por el general de la Legión Rafael Dávila completó la imagen de Nuestra Señora de las Angustias, obra del imaginero granadino Domingo Sánchez Mesa, que ha sido sometida este año a un proceso de restauración junto a la talla de su hijo.
El exorno floral elegido para el trono tuvo como protagonista una canastilla compuesta por calas blancas y alelíes morados.
Con todo dispuesto, los nervios previos de los horquilleros se volvieron responsabilidad. Levantaron a su Virgen, empezaron a mecerla como no se mece ningœn otro trono en Vélez-Málaga y la sacaron de la iglesia de San Juan al encuentro con su pueblo. Como en años anteriores, la marcha "Consuelo gitano" sirvió para acompañar esta maniobra
Sonó bien, y así sería durante toda la noche. Si hay una cofradía en la capital axárquica que tenga especial cuidado con el acompañamiento musical, ésa es la de Nuestra Señora de las Angustias. Parece que poner mœsica al paso de esta Virgen por su pueblo suponga una especie de máster para bandas y agrupaciones musicales de toda Andalucía. Se estrenaba en este cometido la joven agrupación del Santísimo Cristo de Gracias de Córdoba, fundada en 2007 y que cumplió con nota la prueba.
Tras abandonar la sede canónica y enfilar la plaza de la Constitución, se produjo el encuentro con la Legión. Como es habitual desde 1956, un centenar de legionarios del Tercio Gran Capitán, con base en Melilla, rindieron tributo a la Virgen de las Angustias. El cortejo militar estuvo formado por una escuadra de gastadores, piquetes de honores y banda de guerra.
Este año he tenido el honor de llevar a la Virgen desde las entrañas de su trono, esa joya de semicarrete ejemplo de la tradición cofrade veleña. Quizá, hay dentro, uno se da más cuenta de la enorme devoción y respeto que siente el pueblo por Nuestra Señora de las Angustias. Está claro que la seriedad de la horquillería contribuye a ello, pero son su pena contenida, ese medio puchero de su bello rostro y la solemnidad de su paso casi etéreo los que cautivan las mirada de miles y miles de veleños y visitantes.
Desde allí no podía observar la reacción de las personas al contemplar tan bella imagen, pero en estos casos, la visión no es necesaria. Podía sentir esas caras que miran embelesadas al rostro de la Virgen y a esos niños que aferran con fuerza la mano de sus padres mientras dicen "qué guapa".
Como siempre, el desfile regaló momentos espectaculares, con un trono que parece no avanzar por las calles de Vélez-Málaga y que va arrancando admiración y aplausos a su paso. En la retina de muchos quedó el transcurrir por el camarín de la Piedad, la plaza San Juan de Dios, la tribuna de los pobres o la tribuna oficial. En este punto, entrada ya la madrugada sólo podía oírse una cosa: que Nuestra Señora de las Angustias estaba pasando por allí, y se oían sus lágrimas de cristal caer y el arrullo a su hijo muerto, porque todo lo demás era silencio y las marchas procesionales formaban parte de este conjunto.
Quedaba poner el broche de oro, con un encierro en el que los sones legionarios se mezclaron con las interpretaciones musicales de la agrupación del Santísimo Cristo de Gracias. La misma mecida de toda la noche y un pulso prolongado cargado de elegancia sirvieron para despedir al pueblo que abarrotaba los accesos al templo y entrar a la sede canónica a esperar al Santo Sepulcro. Fue otro momento especial, envuelto en la acœstica de tambor singular que acompaña al Cristo yacente.
La noche llegó a su fin con la ovación cerrada de los horquilleros, pero no con tristeza, sino con mucho orgullo, y habiendo reforzado el sentimiento que supone ser hermano de la Cofradía de Nuestra Señora de las Angustias.
Hasta el año que viene, madre y señora del Viernes Santo, luz y guía en nuestros corazones.
Enrique Hidalgo Martín